top of page
  • Foto del escritorInsideCuba

Hablemos de Democracia y las recientes elecciones en Cuba

Actualizado: 2 jun 2018



Una "nueva" etapa se desarrolla en Cuba con la llegada de su nuevo presidente Miguel Díaz-Canel. Es un periodo que para muchos exige la materialización de una verdadera DEMOCRACIA y en el que, para otros, se configura más un ejemplo de la DEMOCRACIA cubana.

Sin embargo, lo que se percibe como denominador común a las anteriores posturas antagónicas, es la necesidad de propiciar cambios que beneficien al pueblo, sumergido por varias décadas en complejas condiciones de existencia, no deseadas por la mayoría. Condiciones que, inclusive, constituyen una falta a lo prometido desde 1959 (justicia, igualdad, calidad de vida). Pero, ¿Cuáles cambios son pertinentes y cuáles no? ¿Por dónde se debe comenzar? Los respuestas son disímiles y muchas veces antagónicas. Para algunos, lo fundamental es un cambio de régimen. Para otros, lo esencial es cambiar ciertas estructuras políticas (entre otras) para movilizar el socialismo.

 Para aquellas personas que abogan por un cambio de régimen en Cuba (hacia uno democrático), uno de los principales argumentos que hoy corre por los diferentes medios de comunicación (con base en las anteriores supuestas elecciones), se refiere a las características del reciente "traspaso" del poder.  Un “dedazo” en la elección del nuevo presidente en Cuba, como bien hemos escuchado. Para los otros (defensores), el citado proceso basado en la elección indirecta es similar a los desarrollados en países como: España, Reino Unido, Estados Unidos, justificando así la necesidad de analizar, bajo la misma lupa, a todos los países que aplican semejantes sistemas de elección.

Una característica recientemente asumida por varios defensores del régimen, para destacar el carácter democrático del parlamento cubano y los resultados electorales, es la composición de dicho parlamento. El hecho de que dicho parlamento esté compuesto por una “masa” heterogénea de actores (estudiantes, campesinos, obreros, intelectuales, etc.), supuestamente debería considerarse como un ejemplo de su esencia democrática, al compararse con la composición parlamentaria en los países antes mencionados (políticos elitistas, demagogos que viven de la política al estilo weberiano). Sin embargo, hay en esa oscura justificación una realidad que es preciso desconstruir, pensando en la importancia de un cambio político en Cuba.

En términos democráticos, poco importa si ese parlamento esté compuesto por actores de diversas procedencias sociales. La democratización de la realidad no depende ineludiblemente de este aspecto, sino del papel que eses actores pueden desarrollar en ese espacio como representantes de la sociedad civil, en su sentido más heterogéneo. Digo heterogéneo porque, si en algún momento hubo consenso sobre el proyecto político y social cubano (cosa que dudo), hoy no existe semejante consenso. Por tanto, la realidad política en Cuba, marcada por su heterogeneidad, no está representada en ese parlamento, a pesar de su diversidad que no es precisamente ideológica.

Cada campo de la sociedad cubana se desarrolla con base en formas especificas de interiorización (interpretaciones, ideas, significaciones) y exteriorización (prácticas, discursos, actitudes, etc.) de realidades externas e internas respectivamente. Y el campo de la política no escapa a esta lógica. Para pertenecer a ese campo, los procesos dialécticos de interiorización - exteriorización deben desarrollarse en total harmonía con las reglas establecidas dentro del mismo campo. En este caso, establecidas por el propio Estado, dirigido desde hace casi 6 décadas por la misma familia y dictando normativas sin total coherencia con las voluntades de la sociedad civil (ejemplos podemos citar muchos). Sociedad civil de la cual supuestamente hacen parte y deben representar, con base en pensamientos marxistas que han pretendido sustentar el funcionamiento de la sociedad cubana (sociedad y Estado como realidades no contrapuestas). Esto explica la no existencia de una diversidad ideológica en ese parlamento, así como las pocas chances de que pueda existir.

Ese parlamento cubano, constituido por actores de diversa procedencia social, en verdad constituye una masa homogénea (no representativa del pensamiento político de la Cuba actual), en el sentido cuestionado por la Escuela de Frankfurt. Una masa que, caracterizada además por el dogmatismo y la intolerancia, limita la posibilidad de propiciar debates desde perspectivas divergentes. Con esto, no solo se tributa a la mediocrización de la política y al estancamiento, sino también a la destrucción de la creatividad política de los (as) cubanos (as) y su potencial emancipador.

Pero no podemos culpar únicamente a esa masa por los resultados obtenidos. Entre otros aspectos, debemos reconocer la efectividad del régimen en la construcción de una realidad favorable al mismo, permeada por la manipulación y el control (cosa que también no es exclusivo en Cuba). Un régimen, orientado a construir sujetos pasivos desde el punto de vista de la crítica  y acción política transformadora, pero activos en la sustentación del mismo, a través de la afirmación no reflexiva y el “cesarismo” político.

Considerando los aspectos antes mencionados, me aquejan, por tanto, muchas interrogantes: ¿Cuál es el papel de nuestros representantes de base en ese parlamento, como entes activos en la configuración de la política? ¿Cómo se configuran las relaciones entre nuestros representantes de base y los dirigentes en ese marco político? ¿Cuáles son las herramientas (políticas, cognitivas, simbólicas) más eficientes para ejercer eficientemente el poder o defender las ideas o intereses pertinentes de los (as) cubanos (as) y como está distribuido el volumen y la estructura de esas herramientas entre todos los actores? ¿Será que en realidad nuestros representantes tienen las mismas capacidades, la misma legitimación, el mismo poder para hacer frente a decisiones que no se correspondan con las necesidades del pueblo? ¿En caso de surgir divergencias, existen garantías (éticas, simbólicas, sociales, etc.) que protejan a los “contrarrevolucionarios” de cualquier forma de represión, discriminación? Tal vez, la misma realidad cubana hoy, pudiera ofrecer algunas respuestas no solo a estas interrogantes, sino también al propio hecho de asumir este “traspaso” de poder como ejemplo de democracia. Y digo tal vez porque imagino que no todos (as) estén dispuestos (as) a dialogar con estas colocaciones. No obstante, no cabe duda de que estas interrogantes constituyen algunos de los puntos de partida más importantes para pensar CUBA INSIDE, en lo relativo al reciente proceso electoral cubano y su carácter democrático reconocido por algunos.

bottom of page